La Herencia

El señor Zuckerfeller, el hombre más rico de la ciudad, ha muerto sin dejar un heredero para su fortuna, pero sí unos cuantos posibles candidatos. El director de juego asumirá el papel de su albacea para resolver esta cuestión, pues cada uno de los jugadores será uno de estos candidatos, una persona cercana al difunto que quiere hacerse con la herencia.

Cada jugador comienza con tres monedas, que representan el vínculo con el muerto de su personaje y, por tanto, lo cerca que está de hacerse millonario.

Por turnos, los jugadores apuestan una moneda y explican un hecho que les vincule al señor Zuckerfeller, por el que serían merecedores de la fortuna. Si el albacea lo considera relevante, le entrega otra moneda. En cualquier momento, otro jugador puede intervenir con su personaje, apostando una moneda más, para aportar otro dato que complemente lo dicho, probablemente con la intención de desacreditar al candidato. No es posible negar ningún hecho expuesto, ni incurrir en contradicciones, tan solo añadir más información. Si el albacea considera válidas las intervenciones, el último jugador en intervenir se lleva todas las monedas apostadas. El primer jugador en acumular diez monedas gana el juego… y la herencia, claro.